Copiar la táctica de Capello

Cuando queda una semana para el Día D, cuando sólo restan cinco días de campaña, no le pidan a Rajoyjogo bonito.

Ayer podía haber sido una jornada para celebrar, con todas las encuestas apuntando un triunfo arrollador, pero el líder del PP insistió en su mantra. Cree en la victoria, pero pide a su gente que no baje la guardia, que esté atenta hasta el final, porque «la encuesta más importante es la del 20 de noviembre», comenta saliendo del Ave camino de la plaza de toros de Valencia, llena como en los mejores tiempos, sin que nadie se acuerde ya de que hubo un presidente de la Generalitat llamado Camps.

Rajoy quiere ganar, ha asumido que España necesita un triunfo sólido del PP para salir del atolladero, se lo cree, y por eso no quiere dar ni una pista a su competidor.

Los mensajes son machacones: «España necesita el cambio»; «yo voy a decir la verdad, no voy a engañar»; «lo importante es la gestión económica, con buena gestión se genera empleo y se garantiza el Estado del Bienestar». Y sobre todo: «Que nadie busque aquí la confrontación. Hay que mirar hacia el futuro. Si alguien quiere confrontar, que se peleen entre ellos».

¿Cómo atacar esos buenos deseos? A Rubalcaba ni le nombra. Eso lo deja para sus teloneros. Él actúa ya como próximo presidente y con el contador de votos en la cabeza. Catenaccio total, no vaya a ser que el candidato del PSOE meta un gol en el último minuto.

Rubalcaba sigue llevando como estrella invitada a González, que en Zaragoza se dedicó a darle estopa a IU («volverán a hacer la pinza») porque, perro viejo, sabe que es ahí donde ahora se pueden rascar votos. El candidato socialista les gritó a los suyos: «No estamos solos». Luego aireó su as en la manga: una encuesta que da al PP «sólo» nueve puntos. Hay partido.